Un grupo islámico se presentaba la pasada primavera en la Temple University con una oferta bajo el brazo para poner un millón de dólares y medio con destino a una cátedra de estudios islámicos en honor al profesor de religión Mahmoud Ayoub. Tras meses de conversaciones, el acuerdo nunca llegó a materializarse una vez que los miembros del claustro, entre otros, expresaron su preocupación por el donante, el Instituto Internacional de Pensamiento Islámico, un grupo de investigación no lucrativo que viene siendo objeto de escrutinio como parte de una investigación gubernamental de la financiación de sospechosos de terrorismo.
A algunos les gustaría considerar el dinero regalado por los saudíes y otras naciones árabes a las universidades americanas como generosos regalos a esas universidades norteamericanas que han educado a sus élites. Una mirada más atenta revela una imagen diferente que incluye incitación, antisemitismo y una visión sesgada del Islam.
Han tenido lugar algunos casos en los que las universidades han renunciado a los fondos. En julio de 2000, la Harvard Divinity School aceptaba primero 2 millones y medio de dólares del dictador de los Emiratos Árabe Unidos, el jeque Zayed ibn Sultán al-Nahyán, para financiar una cátedra académica en estudios islámicos religiosos. Sin embargo, Rachel Fish, estudiante del Divinity en aquel momento y fundadora del Graduate-Students Friends of Israel de la Universidad de Harvard, provocaba un escándalo al documentar los vínculos antisemitas del jeque.
La administración de Harvard se veía obligada a hacer frente a los datos y examinar más de cerca a quién estaba ofreciendo los fondos -- y porqué. Como resultado, el dinero era rechazado; en el 2004, el jeque retiraba los fondos.
Pero esta no es la norma. Hace varios años, un multimillonario regalo procedente del príncipe saudí Alwalid bin Talal era compartido entre las universidades de Harvard y Georgetown.
Estos esfuerzos monetarios se iniciaron en los años 60 y 70, con donantes musulmanes canalizando millones de dólares a las universidades americanas para financiar programas de estudios islámicos, contratar especialistas académicos en el islam, y financiar la redacción de libros y seminarios en la materia.
Tal apoyo representa uno de los mayores problemas que afronta el estamento académico hoy -- a saber, cómo llegar a un debate honesto y equilibrado en lo relacionado con los estudios de Oriente Próximo.
Una variable preocupante de la ecuación, que complica más la situación, es la disposición de muchos judíos americanos a adoptar una postura clara en el conflicto árabe-israelí. En particular, los rabinos y los educadores judíos -- sin importar su posición en el espectro académico -- se comportan de manera apologética con frecuencia en lo que respecta a Israel en lugar de realizar argumentos asertivos desde un punto de vista sionista.
Esta reticencia a confrontar la propaganda pro-palestina con la que se está alimentando a los departamentos de estudios de Oriente Medio es una de las principales fuentes de confusión entre los estudiantes judíos. Por ejemplo, mientras que los judíos americanos progres no se pronuncian acerca del tema de los refugiados judíos post-1948 procedentes de los territorios árabes, y en su lugar simplemente permiten que el debate se centre en un "derecho de retorno" palestino, los estudiantes judíos quedan a la defensiva.
Si los defensores pro-Israel en los campus están debatiendo acerca del estado judío solamente en términos de "la opresión israelí" en lugar de refutar tales naciones, el resultado siempre favorecerá a las fuerzas antiisraelíes. Ese es el motivo de que los campus universitarios hoy se hayan convertido en palestras para aquellos que denigran a Israel, como es obvio a través de los distintos colectivos de derechos humanos, anti-globalización y anti-imperialismo que han adoptado la causa palestina.
Dentro de los círculos académicos, las opiniones individuales se convierten con frecuencia en pruebas de fuego. Por ejemplo, Fouad Ajami, el elocuente disertador sobre la cultura y la política árabes que imparte clase en la Universidad John Hopkins, ha sido objeto de escandalosos ataques procedentes de los críticos árabes. Aparentemente, estos críticos encuentran defectuosa su docencia. En realidad le ven como demasiado blando en la cuestión de Israel, y lo que es peor, dispuesto a venderse al enemigo.
Al intentar formarnos una opinión y formar a la próxima generación acerca de Israel y Oriente Medio, deberíamos cuestionar la sobrecogedora cantidad de efectivo que está siendo ofrecido, y la influencia que estas personas están por lo tanto comprando, creando dentro del estamento académico cátedras pro-islámicas al margen de toda crítica.